jueves, 25 de septiembre de 2008

Visita

Ella llegó, con su soledad a cuestas.
No se la veía triste, no se notaba feliz.
Mansa.
Se acercó a nosotros, reconoció en nuestros ojos
la mirada amiga.
Unos mimos pusieron en movimiento su rabo,
lo agitaba de un lado al otro, retribuyendo las caricias.
Le ofrecimos comida, algo aceptó,
no sabemos si por hambre o cortesía,
bebió agua limpia a gusto,
lo sabemos, sedienta.
Al saberse protegida,
se recostó a nuestro lado,
quién sabe, si sorprendida, aliviada o entregada.
Durmió un buen rato,
ajena al ruido humano,
totalmente relajada.
Casi ni nos dimos cuenta cuando retomó su marcha,
nos dejó al irse,
esa sensación de calorcito en el alma,
de que se yo como llamarlo,
cuando un perro que no conocés,
reconoce en vos
un amigo.